Me gusta la gente auténtica, la que no tiene doblez, y se desdobla para ser palabra, abrazo, beso.
La que no arrastra la vida, ni se deja arrastrar por eslabones perdidos de tiempo hipotecado y telepasados.
La que crea sueños y no vive de sueños recreados, de un pasado desteñido de nostalgias.
La que se deja guiar por el corazón y la razón, aunque acabe golpeada en callejones de desconciertos y arriesga perder o perderse en el intento.
La que no miente ni se miente disfrazando realidades bajo un techado de pensamientos callados y acallados, ni se deja vencer por el pulso de no ver
La que se da permiso para vivir y no morirse viviendo, esperando siempre alguien o algo que le de razones que no ha sabido buscar y encontrar bajo su propio tejado.
La que no se acomoda en la cómoda conformidad por miedo al cambio, y arriesga volver a empezar cargando oportunidades y calzando sueños.
La que tiene valores y valor de enfrentarse a sus errores y a sus aciertos sin culpar a quien le quita la venda de los ojos para disculpar al que se la ha puesto.
La que no se preocupa y se ocupa, porque la preocupación es la ocupación del que se para a pensar y no piensa que se ha parado.
La que no esconde ni se esconde de la verdad, porque la única distancia insalvable entre tú y tú es el miedo a ver y verte
Me gusta la gente que se salta los peros, borra los contras, se sacude los no puedo, deporta los no sé y se viste cada día de HOY, sin pensar en los harapos de ayer, ni en la desnudez de mañana.